Friday, June 26, 2009

Conference Paper: Los caminos para vivir bien - El proceso constituyente boliviano

Oscar Vega Camacho (Grupo Comuna, Bolivia)

El pueblo boliviano, de composición plural, desde la profundidad de la historia, inspirado en las luchas del pasado, en la sublevación indígena anticolonial, en la independencia, en las luchas populares de liberación, en las marchas indígenas, sociales y sindicales, en las guerras del agua y de octubre, en las luchas por la tierra y territorio, y con la memoria de nuestros mártires, construimos un nuevo Estado.
Preámbulo de la Constitución Política del Estado de Bolivia, 2009


Ser feliz es construir nuestra casa;
sembrar, cuidar, cosechar y cocinar la propia comida;
decidir el vestido;
curarse;
poner ritmo propio a nuestras alegrías y tristezas;
cuidar el derecho de aprender con nuestros errores
siempre seremos del tamaño de nuestros trabajos,
de la habilidad y torpeza de nuestras manos y mentes.
Wankar


A modo de invitación

Bolivia es noticia. Una y otra vez los acontecimientos en Bolivia son objeto de los medios internacionales: la fuerza de los movimientos sociales y la capacidad de sacudir los gobiernos de turno, los escándalos de corrupción política y empresarial, la extrema pobreza y precariedad de la mayoría de sus habitantes, la enorme diversidad de ecosistemas en pleno corazón sudamérico, la potencia viva de las culturas indígenas, las expectativas por las enormes reservas de materias primas y el conflictivo antagonismo del rol económico social que deben cumplir. Son noticias que graban impresiones, fijan imágenes de un país al borde de suceder, un país que devendrá o se quebrará, que podría ser o dejará de ser. No es la primera vez que se trata de esta manera a un país marginado o periférico del sistema económico mundial que busca autodefinirse y autodeterminarse. Quizás, la imagen construida de un país que se empeña en fundarse, como tarea inacabada o por recomenzar.

Invito a pensar la construcción de un Estado, como dice Wankar, del tamaño de sus trabajos, de la habilidad y torpeza de sus manos y mentes. En todo caso, se trataría de una subversión “desde abajo” y por los de abajo, de la potencia plebeya de las estructuras coloniales de poder existentes, de la capacidad emancipativa por la defensa de los recursos naturales, de la fuerza del movimiento indígena para incidir con propuestas a las alternativas al hacer lo político una herramienta de la vida y para la vida. Como acostumbran a decir: un caminar para vivir bien. Un caminar de paso lento, las lecciones de aquellos que no se aplicaron a la impuesta velocidad del crecimiento, desarrollo y prosperidad, de aquellos que siempre han sido declarados como los enemigos de la modernizaciones e ignorantes de la ruta del progreso. Un caminar lento porque están obligados a conocer las disyunciones, opciones y alternativas antes de proseguir por las diversas vías, de cuidar siempre que mantenga las condiciones de un recorrido colectivo y para la colectividad, de saber que albergamos múltiples tiempos que deben ser debatidos y anudados para que formen un solo tejido complejo y denso para el paso de los tiempos, que pueda sobrevivir al simple uso y ornamento y que porte su carácter testimonial y promesa de vida.

Es decir, todos aquellos marcos conceptuales y modelos teóricos vigentes son puestos a prueba por aquellos mismos que han sido visualizados como sus objetos y, por ende, instrumentalizados por los dispositivos y estratagemas para conocer, disciplinar y controlar. Las formas de conocimiento del poder son subvertidos desde los márgenes y orillas del pensamiento o, al menos, de los que se pretendía que carecían de él y no tenían capacidad para ello[1]. Desde el mundo de los condenados de la tierra se iluminan las chispas de esperanza de una promesa de otro mundo, “del mundo en el que caben todos mundos”, como dicen lo zapatistas.[2]

La invitación a empezar a pensar de otro modo es una invitación a recorrer los caminos que transitan los pueblos y naciones indígenas cuando el orden global está atravesando inestabilidades y disfunciones que ponen en riesgo al planeta y sus habitantes. Los trastornos ecológicos y climáticos, la escasez energética y alimentaría, la ampliación de la brecha de pobreza y desigualdades de condiciones de vida entre Norte y Sur, las nuevas mega metrópolis diseminadas en el tablero de la globalización, la intensificación de las guerras internas y la declaración de los Estados canallas por la hegemonía militar estadounidense, las migraciones masivas y la condena a no tener ciudadanía, la crisis financiera y el rescate de las grandes corporaciones transnacionales.

El panorama mundial a inicios del siglo XXI es no solo desalentador y alarmante sino es sobretodo riesgoso y temeroso lo cual ha intensificado las posiciones defensivas y conservadoras del orden existente, hacia aquella actitud: “siempre es mejor mal conocido que el por conocer”. Los condenados de la tierra del hemisferio sur -un sur global- no tienen si quiera esa opción, quizás, por ello mismo, son una esperanza de otro mundo posible, de la urgencia y necesidad de luchar para construir un otro mundo y su camino sea para construir un posible orden global justo y digno para los pueblos y naciones que lo habitan.[3]

Borde y periferias, saberes y conocimiento, estructuras de poder y resistencias y luchas, dominio y control de la vida y búsquedas para vivir bien, un salto de las formas de pensar a partir de los caminos abiertos por la dignidad y justicia de los pueblos y naciones indígenas. Indudablemente, es un escándalo para el pensamiento del poder, pero no por ello capaz de producir nuevas formas de dominación y explotación. Es un escándalo que las lecciones democráticas surjan como herramientas de la subversión y emancipación, la potencia de las luchas sociales como liberación y autodeterminación, los movimientos sociales como organización y participación de la sociedad.

La situación de Bolivia y el proceso constituyente boliviano son hoy en día un referente necesario para debatir la capacidad social emancipatoria y las transformaciones institucionales que implican en un marco de democratizar la democracia y de descolonización. Por ello, preguntarse: ¿Por qué la demanda de una Asamblea Constituyente? ¿Por qué la necesidad de construir un Estado? ¿Qué relación o aspiración se juega entre los pueblos y naciones por establecer un orden estatal? ¿En tiempos de agotamiento de las formas Estado nación por qué incidir con Estado plurinacional y nacionalización? ¿Es acaso el proceso constituyente la vía de las transformaciones estatales, entonces qué sucede con la sociedad y, sobre todo, con las desigualdades, discriminaciones e injusticias en las que se funda?

Por donde iniciemos el debate sobre el proceso constituyente boliviano nos encontraremos más y más interrogantes, como si el camino recorrido estuviera más sembrado de preguntas e incertidumbre que de certezas y garantías. Lo cual nos posibilita pensar en la capacidad de experimentación –como diría Boaventura de Sousa Santos– o también de inventiva y creatividad –como insistiría Toni Negri–. De una u otra manera, lo que si queda firmemente establecido es que solamente de modo colectivo y con sustento social se pueden iniciar y desempeñar las transformaciones institucionales y consecuentemente las temporalidades que definirán.

Una posible vía para desbrozar los caminos para vivir bien en Bolivia es plantear la interculturalidad como herramienta en la nueva Constitución Política del Estado, promulgada por el Presidente Evo Morales el 7 de febrero de 2009, que posibilita un marco constitucional para desmontar y desarmar las estructuras del poder colonial para orientar y desarrollar nuevos modos de legalidad, institucionalidad y autoridad acordes con las exigencias de la sociedad en movimiento compleja y plural.


I. La interculturalidad como herramienta

Ir al otro y volver del otro, no es problema intelectual, es un problema de corazón. Claro que uno puede estudiar al otro, es más, es un deber hacerlo. Pero comprenderlo es algo distinto. Conocer la vida de los pueblos, hacer la pregunta necesaria que conduzca al saber, no sale del conocimiento científico sino del corazón del hermano o de la hermana. Sólo así es posible que las personas puedan salir de su mundo y entrar en los otros mundos, De lo contrario es posible que vayan y regresen, pero sin comprender, pisando las hierbas que dan vida, porque imaginan que son maleza, profanando la tierra porque la ven como negocio, violando el agua con su indiferencia. Se podrá ir a muchos mundos, pero si no se tiene el corazón preparado, no veremos nada.

Abadio Green

Estas palabras de Abadio Green[4] son un destello para conducirnos por lo vericuetos del debate intercultural. Primero, que el nombre no nos confunda porque Abadio Green es un sabio kuna y antropólogo de la Universidad de Antioquia, Colombia, y como todos los kunas que sobreviven entre Panamá y Colombia, tiene un nombre propio a partir de los nombres y apellidos de los corsarios y piratas que reinaron en sus tierras en la Colonia. En segundo lugar, el convive y atraviesa permanentemente las sendas de la selva de los kuna y las aulas universitarias de Medellín como ámbitos comprometidos de su trabajo, es decir, su ritmo de vida es una practica intercultural y dedicada a la interculturalidad. Finalmente, sus palabras son un espejo de las dificultades y retos para hablar de los otros con otros, por ello, tiene que apelar al corazón antes que nada para preparar a los oyentes o los que miran o buscan, porque conocer sin corazón es un conocimiento instrumental y que quiere dominar su objeto, en cambio, un conocimiento con corazón es un conocimiento compartido e interminable, infinito diríamos, porque está transformando a los que se conocen o trabajan para conocerse.

Por ello, tratar la interculturalidad es antes que nada un aprendizaje más que una enseñanza, a uno no le enseñan a ser intercultural, en realidad, uno aprende a ser intercultural. Este paso entre aprender / enseñar, es decisivo en el ámbito cultural porque presupone modificar radicalmente la noción del conocimiento y su estructura de poder. Si empezamos a preguntar qué es conocer, quién conoce, qué se conoce, sabemos que quizás nos llamen filósofos o pensadores; pero si además, preguntamos, cómo se trasmite, para qué se utiliza, por qué este y no otro, seguramente parecerá preocupación de sabios y científicos; y si seguimos interrogando, quién conoce a quién, cómo definimos o deslindamos un conocimiento de otro, por qué la autoridad de un conocimiento, cuál es el poder del conocimiento, ahora si nos dirán aquí hay algo político, suena en algo a política. Y no están equivocados.

Para tratar la interculturalidad hay que explicitar la querella por la cultura, porque lo que está en juego es justamente qué es lo que entendemos por cultura, el cómo la practicamos, valoramos y cultivamos. Hay que desarmar la cultura para empezar a aprender la interculturalidad, porque no hay una cultura, tanto única como en mayúscula, en ningún sentido.

Por una parte, siempre han existido de manera convivencial o en conflicto culturas en plural –otra cosa es, que se enseñe una cultura oficial o dominante–; por otra parte, las culturas se desenvuelven y desarrollan en el tiempo, una cultura viva está necesariamente y constantemente cambiando, transformando y reinventándose. Entonces, hay que sacarse de la cabeza primeramente la idea de cultura como única y estática, y a partir de la pluralidad y temporalidad de las culturas, hay que sacarse de la cabeza la idea de que la cultura es todo aquello que se define a partir de lo intangible e improductivo.[5] Es decir, se ha impuesto la idea de que si todos en este mundo trabajamos, producimos, comerciamos, nos casamos, procreamos, y lo hacemos con los medios existentes –dólares, empresas, industrias, acuerdos legales, sexo, etc– lo que nos diferencia es apenas la cultura, como si fuera el vestido cada vez distinto del mismo sujeto, entonces, ¿en qué queda la cultura? En todo aquello suplementario, intangible e improductivo. Esta idea que funciona maravillosamente en nuestro mundo contemporáneo es extremadamente funcional al multiculturalismo, porque justamente enceguece al pluralismo que contiene y lo reconduce a un asunto especializado de “un mal menor a trabajar” en la vida social y, sobretodo, es un excelente pretexto para reintroducirlo a la gran vitrina del consumo, como una mercancía más –hoy ofrecemos música cubana, café colombiano, coca boliviana, salchichas alemanas, cerveza gringa, etc.

La querella por la cultura, este desarmar la cultura para aprender de la interculturalidad, es un combate para dignificar y sustentar la materialidad de las culturas, porque sino serán presas fáciles de las industrias transnacionales ya que no solamente se producen sujetos consumidores sino además somos el objeto de consumo de las industrias. Por ello, hablar de la materialidad de la cultura es un tema del corazón, como lo dice Abadio Green, y del poder del conocimiento, la capacidad de afectar la relación de enseñar / aprender que cotidianamente vivimos con los otros que viven con nosotros y de las formas de conocimiento que se nos plantean.

El camino recorrido por los pueblos y naciones para plantear la importancia para la vida de las practicas interculturales comienza hace muchas décadas en Bolivia; por ejemplo a través de propuestas educativas en Warisata en las décadas de 1930[6], reindivicaciones de tierra y ciudadanía en 1940, político culturales con los kataristas en la década de 1970, la demanda multicultural y plurilingüe en los 80 y 90. Finalmente, desde inicios del nuevo siglo XXI, se articula como el objetivo principal la convocatoria a una Asamblea Constituyente para refundar el país a través de una nueva Constitución Política del Estado. Se podría localizar como el acto simbólico político del nacimiento de la demandada por una nueva Constitución la Marcha por la Vida de 1990, iniciada por los pueblos y naciones de las tierras bajas que reflejaron el enorme arco iris de culturas que componen a Bolivia y su potencial búsqueda para defender las formas de vida[7].


II. El proceso constituyente


Para comprender en toda su dimensión histórica los momentos que estamos viviendo es necesario situarlos desde una perspectiva de proceso, como un camino que se va abriendo en la medida en que se lo va recorriendo, no es algo ya trazado ni que se tenga un mapa o un destino establecido, sino tiene aquel aspecto fundamental de la vida que es un continuo buscar, producir, procrear, cosechar para reiniciar nuevamente el ciclo generacional, productivo y épocas que renueva lo viviente, novedoso y siempre abierto.

Entonces, no sólo habría que hablar de los periodos preconstituyente, la Asamblea constituyente y posconstituyente, sino, ante todo, de la capacidad constituyente, de lo constituido, lo instituido, lo que se constituye y es constituyente. Es decir, un tiempo que esta conformado por flujos de cosas que se acaban, otras se transforman o cambian y otras que se crean. Un tiempo que debe albergar muchas tiempos diferentes para dar forma a nuevos ritmos de vida; a esto, algunos denominan, un tiempo de transición. Quizás por ello, la nueva Constitución puede ser leída como una Constitución de transición[8].

Por primera vez en toda la historia republicana de Bolivia, es decir, desde su fundación en 1825, toda la ciudadanía que la compone pudo participar de distintas maneras en la elección, deliberación y proposición para construir una nueva Constitución. Por primera vez, la sociedad boliviana diversa, heterogénea y pluricultural pudo manifestarse y participar en la construcción de la voluntad general, constituirse en el soberano pueblo boliviano[9].

Desde la convocatoria y elección de representantes para la Asamblea Constituyente en 2006 hasta las dificultosas e intrincadas sesiones para aprobar el reglamento de la Asamblea, como los continuos ataques y desaprobaciones hasta lograr que no pudieran sesionar en Sucre y tuvieran que trasladarse a Oruro, la sensación de estar bordeando un abismo de fracaso, era la atmósfera que transmitían los medios de comunicación y los incentivados rumores sociales.

La urgencia de establecer acuerdos mínimos para posibilitar el cumplimiento del mandato del pueblo de un nuevo texto constitucional que sea luego sometido a consulta ciudadana, inició la búsqueda de otros espacios y escenarios políticos que den viabilidad al proceso constituyente: partidos políticos, parlamentarios, prefectos, alcaldes, observadores y mediadores internacionales, casi un año de iniciativas y fracasos, hasta que finalmente después de los resultados de un referéndum revocatorio o de continuidad de las autoridades elegidas en 2008 y los acontecimientos de Pando, obligaron a consensuar un proyecto de nueva Constitución y un calendario para la consulta ciudadana, elecciones generales y municipales.

Esclarecer la forma de producción del proyecto de texto que devendrá como la nueva Constitución es decisivo porque permite entender no sólo las condiciones de su elaboración y los actores involucrados, sino el despliegue de la correlación de las fuerzas políticas en juego y las proyecciones de una vinculación y articulación para un proyecto común.

Por lo tanto, y hay que resaltarlo para entender la multidimensionalidad puesta en juego y la exigencia de un pluralismo efectivo, no es el trabajo de una persona, un equipo o un partido u organización que se le encargara escribir el texto. Tampoco es el resultado de una sola redacción en un o varios momentos, si rastreamos en el tiempo, las anteriores constituciones bolivianas: en éstas es posible identificar a los autores o responsables de un trabajo delegado expresamente con ese objetivo; sin ir más lejos, la primera Constitución Política del Estado de 1825 fue expresamente solicitada a Simón Bolívar.

En el caso de la nueva Constitución hay una producción social del texto, una elaboración colectiva de su estructura, componentes y categorías –como es finalmente la condición de posibilidad de cualquier texto– pero, por sus propias características políticas y la demanda social en que fue requerida, debe ser plenamente explicitada y es una responsabilidad el exponer los recursos y condiciones en su elaboración, deliberación y aprobación.

Por lo menos, se debe señalar que al iniciarse la Asamblea se recibieron alrededor de 80 iniciativas diferentes y de diversa índole, aunque se debe resaltar el documento presentado por el “Pacto de Unidad indígena originario campesino”[10] que funcionará como la columna vertebral de la denominada “refundación de Bolivia”, además los diez puntos fundamentales que presento el MAS-IPSP[11]. Asimismo, cada partido y agrupación tenían una propuesta o, al menos, algunos fundamentos y lineamientos. [12] La Asamblea realizó Consultas Territoriales en ocho departamentos del país para recoger iniciativas y debatir con la ciudadanía y organizaciones. Posteriormente, el trabajo se ordeno en 22 Comisiones que prepararon informes por mayoría y minoría, para poder iniciar las redacciones del texto preliminar a partir de esos informes, el mismo que iba a ser puesto a consideración y votación en plenarias de la Asamblea. [13]

Las dificultades y obstáculos para que estas plenarias se realicen obligó a buscar acuerdos políticos con las autoridades y cívicos departamentales y, posteriormente, con las fuerzas políticas parlamentarias –la llamada, Comisión Política Supra-partidaria–. Se llegaron a importantes consensos y acuerdos de los temas divergentes, pero no se dieron las condiciones para firmar y refrendarlos, aun así éstos fueron incorporados al texto preliminar del informe por mayoría, que empezó a ser considerado como el borrador del proyecto de nueva Constitución. Vale la pena aclarar que de forma significativa y decidida las fuerzas opositoras y minoritarias en la Asamblea nunca presentaron ni se pretendió preparar un texto base a partir de los informes de minoría, es decir, no había ningún interés en que esta Asamblea cumpliera su mandato.

A todo esto, la fecha estipulada por la ley de la finalización de la Asamblea se acercaba, Sucre con su demanda de capitalidad no permitía sesionar en la ciudad, los Departamentos que optaron por la autonomía departamental en el referéndum del 2006 realizaban sus consultas ciudadanas para la aprobación de sus estatutos e impulsar autonomías de facto en desacato a la Constitución vigente y en oposición a la Asamblea, que ya tenía un texto puesto en consideración. La urgencia de finalizar la Asamblea con un texto aprobado en las fechas establecidas, derivó en el texto aprobado en Oruro el 14 de diciembre de 2007.

Nuevamente, viabilizar el proceso constituyente tomo casi todo el año 2008[14], las posturas opositoras no solo al texto aprobado sino al propio proceso, terminaron conduciendo a la realización de un referéndum para la revocatoria o continuidad de las principales autoridades nacionales y departamentales. Los resultados finales de esa votación[15] y una serie de sucesos alentados por autoridades y cívicos departamentales, con consecuencias de carácter de atentado contra las instalaciones publicas y, finalmente, los trágicos sucesos de Pando con más de 19 muertos, 53 heridos y número de desaparecidos aún no definido, motivaron nuevamente la búsqueda de las condiciones de un acuerdo político para dar viabilidad al proceso constituyente, posibilitándose nuevos encuentros entre autoridades nacionales y departamentales a partir de una agenda mínima política, aunque nuevamente no se llegó a firmar los acuerdos. Fueron las fuerzas políticas parlamentarias las que recogiendo estas iniciativas establecieron la Comisión Especial de Concertación del Congreso Nacional que terminó por acordar y presentar en noviembre de 2008 un texto revisado [16], éste es el proyecto de nueva Constitución que será puesto a consideración de la ciudadanía para su aprobación o no en un referéndum el 25 de enero de 2009.


III. El Estado como objeto de transformación de la sociedad


Se podría caracterizar a todos los esfuerzos e iniciativas modernas -desde el siglo XIX a partir de las luchas independentistas y el largo siglo XX- por forjar un destino nacional con desarrollo y crecimiento, como un constante e implacable trabajo sobre la propia sociedad. El fundamento de esta visión es que para cumplir las condiciones de posibilidad de la modernidad, debe intervenirse en lo social para producir a la sociedad misma, es decir, lo que debe ser resuelto, modificado, planificado, controlado, reglamentado y disciplinado es la sociedad en sí. El Estado es el sujeto indicado para este trabajo y la sociedad es su objeto. No importa si es a través de reformas o revoluciones, pero será el Estado quien tomará las cartas de legalidad y los dispositivos institucionales para esculpir una nueva sociedad capaz de asumir y modificar los signos para un tiempo moderno.

En Bolivia se inauguró un proceso inédito para esta trayectoria moderna, como un umbral que permite abrir alternativas y proyecciones desde visiones sobre la vida, los derechos y capacidades productivas diversas. Porque el debate no es la sociedad, aunque es un tema candente y necesario, sino es el Estado como relación social que articula a través de la legalidad e institucionalidad la multiplicidad de estrategias y diversidad de procesos que responden a una sociedad desigual, diversa y pluricultural. Es decir que el objeto a trabajar es el Estado y el sujeto de este trabajo es la sociedad, con toda la complejidad que significa hablar de una unidad y, por ello, con mayor exigencia la necesidad de construir una legalidad e institucionalidad acorde con la realidad social y, en consecuencia, pluricultural.[17]

El debate constituyente sobre el Estado está modificando nuestras formas de concebir, entender y de ser partícipes de lo estatal. Es decir, las clásicas definiciones binarias: Estado / sociedad civil, publico / privado, estatismo / mercado, ya no tienen la operatividad y eficacia para designar la magnitud de los procesos económicos culturales ecológicos por los que atraviesan nuestros países y, sobre todo, la capacidad para responder y proponer alternativas[18]. Por ello, es tan dificultoso y extraño para una visión modernizadora que las principales demandas de los movimientos sociales e indígenas sea la nacionalización y lo plurinacional, según ellos, esta demanda es nacionalista, estatista y destructora de la nación y el Estado; si embargo, hoy nadie se opone a la nacionalización de los hidrocarburos, porque aunque se discute administración, ejecución y planificación, pero nadie lo pone en duda el acto que permitió modificar sustancialmente el rol estatal en este sector estratégico, aun aquellos sectores opositores departamentales, que finalmente dependen de la distribución de estos ingresos hidrocarburíferos.

Descolonización: del multiculturalismo a lo plurinacional

El profundo replanteamiento del debate sobre el Estado está fundado a partir de la memoria y experiencia de las luchas y organizaciones indígenas que han tejido las propuestas para iniciar un verdadero proceso constituyente, de allí la fuerza y contundencia de sus iniciativas y, así mismo, las resistencias y violencia de sus opositores. Por ello, es tan importante entender el proceso constituyente, la transformación del Estado y el pluralismo en todos sus ámbitos, como parte de una visión comprometida con la descolonización.

Hablar de la descolonización, cuando la Colonia terminó con la gesta independentista de 1825 y la fundación de la República, parece ser un contrasentido, siempre y cuando, se perciba la perspectiva desde la que se habla, porque nadie puede negar las condiciones de inequidad, desigualdad y discriminación que subsisten en el país, y que se han convertido en brechas abismales de continuar con el orden vigente de las cosas.

Descolonizar es, primeramente, asumir en todas sus consecuencias el carácter multicultural y plurilinguístico del país, que en la reforma de la Constitución de 1994 –luego de169 años de republicanismo- terminó aceptando y acatando-; sin embargo, aún así, la forma de Estado-nación fundada en esa Constitución funciono de modo monocultural y monolinguístico y es políticamente eficaz a los grupos de poder tradicional. Por ello, descolonizar es empezar a entender y practicar en una sociedad plural, diversa y multidimensional. De allí la capacidad de democratizar al Estado y la sociedad, entendiendo la democratización, de la forma más elemental, como la capacidad de tener igualdad de oportunidades y facilidades para todos[19].

Descolonizar, a partir de este proceso constituyente democratizador, tiene un efecto directo sobre la forma de percibirse en el sistema económico mundial, en la geopolítica regional y en el mundo, y está directamente relacionado con la capacidad de entender las múltiples determinaciones históricas que permiten construir la iniciativa y decisión de autodeterminación como país y Estado que se relaciona con otros[20].

Consecuentemente, se puede afirmar que el proceso constituyente es el paso de lo multicultural a lo plurinacional, porque se despoja y desarma la idea de que es a partir de una sola concepción de la cultura que se puede hacer un diálogo de culturas, porque aunque se reconozca la diversidad cultural siempre será a partir de una sola matriz civilizatoria y, por ende, no simétrica, desigual y discriminatoria. El paso a lo plurinacional es recuperar y potenciar el carácter material de la cultura y asumir plenamente la inconmensurabilidad y dimensionalidad que cada cultura porta y practica, y lo que se debe empezar a construir son las bases legales, institucionales y ciudadanas a través del Estado para que su potencial capacidad, desempeño y eficacia redunde para la propia sociedad. La forma de Estado plurinacional es la respuesta para encarar los profundos y acelerados mecanismos de globalización económica y mundialización de la industrias a partir de las memorias, experiencias y lecciones indígenas que plantean cultivar y cuidar la vida como los corazones múltiples que alimentan nuestras sociedades[21].

Lo indígena es, hoy en día, el nombre de lo plural, diverso y múltiple -como ha sido democracia o proletario para las sociedades modernas- porque no hay un solo pueblo indígena que pueda decir que habla o responda por lo indígena, aunque se asume que en cada pueblo se juega su posible destino común, porque su subsistencia y poder está en un proyecto construido en común, de forma común o con un sentido de lo común. Apelar a este sentido y construcción de lo común, no es acaso el programa más democrático y dignificante para todas las formas y organizaciones de lo viviente. Y quizás, en este momento, la única con horizontes de futuro.

Vivir Bien

En la expresión de vivir bien se ha concentrado la capacidad de articular las diversas concepciones y practicas de la búsqueda de construcción del proyecto común, con un fuerte acento para contraponerlo a aquellas concepciones que son vistas como modelos y recetas impuestas de desarrollo y progreso, que se aplican ignorando las capacidades y potenciales existentes en el propio territorio y sus formas propias de organización y gestión. La expresión de “vivir bien” es el nombre de las iniciativas y propuestas que se generan desde las particularidades y necesidades especificas de las diversas poblaciones que buscan soluciones y alternativas concretas en un marco o proyección común.

El vivir bien es la exigencia de una política publica desde y hacia los directos beneficiarios, replanteando las formas de administración y gestión publica, los modos de diseñar, ejecutar y evaluar los programas; por ende, los procesos de trabajo, las responsabilidades, los actores y las acciones de las políticas son enriquecidas y potenciadas desde la ciudadanía, organizaciones locales, comunitarias y culturales. Partir desde de la pluralidad de formas de vida para articular y conformar; es decir, producir lo común que nos da vida, nos permite vivir y preservar lo viviente. Hacer Estado desde lo social y cultural, hacer Estado desde los de abajo –los que habitualmente son discriminados, desplazados y marginados de los ámbitos de decisión y gestión. La idea de gobierno y autoridad se modifica porque gobernar y ser autoridad es en función comunitaria y social –como el lema zapatista: “mandar obedeciendo”–, en contraposición a las formas de disciplinar y dominación de estructura vertical y autoritaria –hay que gobernarla, controlarla, disciplinarla.

Por lo tanto, hay que pensar el proceso constituyente, las tareas de la transformación del Estado y la interculturalidad en todos los ámbitos, como parte de una visión comprometida con la descolonización y en la búsqueda del vivir bien. Es a partir de estas consideraciones que los retos para trabajar en la construcción de políticas de Estado, formas de gobierno, roles de autoridad, institucionalidad y perfil de funcionarios, políticas sociales y publicas, participación y control social, información y transparencia de gestión y otros, tienen una relevancia y significación decisiva en el próximo tiempo. [22]


IV. Un recorrido a partir de la interculturalidad


Los caminos para vivir bien que se conquistó a través del proceso constituyente, con la lucha y movilización social desde el 2000 y con la contundente victoria electoral de Evo Morales en 2005, se está desplegando un tiempo de transición para realizar las transformaciones estatales necesarias y hoy se cuenta con un nuevo marco constitucional con la promulgación de la nueva Constitución Política del Estado. Se debe señalar algunas de las tareas imperativas para recorrer las nuevas orientaciones de la construcción pública de lo común:

Ciudadanía y derechos:

La condición para impulsar una ciudadanía plena en un Estado plurinacional es a partir de una igualdad y equidad cultural de los pueblos y naciones que lo componen; es decir, a partir de la diversidad política, cultural y lingüística que se establece un marco legal que garantice el pluralismo de las estructuras, formas y expresiones. Y, por ende, la institucionalidad estatal debe estar diseñada y gestionada a partir de estos principios de pluralismo.

Una ciudadanía plena es una ciudadanía multicultural que respeta, reconoce y participa con toda la experiencia y memoria cultural que portan los pueblos y naciones que componen el Estado plurinacional.[23] Se está replanteando lo que se entiende por producir y hacer una unidad, a partir del pluralismo en todo sus alcances regionales, culturales y lingüísticos, con un horizonte de encontrar y realizar el núcleo común, hacer un mundo común.

En consecuencia, el capítulo de los derechos en la Constitución, en comparación a las Constituciones pasadas, es de una gran amplitud y extremadamente cuidadoso para señalar la diversidad de casos y situaciones. No solamente se recogen la generación de diversos derechos: universales, individuales y sociales, sino además se amplían con los derechos de los pueblos indígenas –expresados en la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas aprobada por la ONU en septiembre de 2007[24]– y se incorporan aquellos relacionados con las necesidades básicas para la vida: el agua, la comunicación, etc… Porque una carta magna que redimensiona la ciudadanía multicultural es correlativa con los derechos reconocidos a todos los habitantes y pobladores en el territorio, y sobre apunta a los objetivos y tareas de las instituciones estatales.

Instituciones y autoridades:

Esto implica, que el funcionamiento de estas instituciones debe ser en las lenguas pertinentes de las comunidades y regiones donde está operando, es decir, trámites, gestiones, procedimientos, formularios y otros para un desempeño adecuado de las politicas estatales debe realizarse en la lengua de sus habitantes y ciudadanos reconocidos como tales. Y las formas y características de la estructura institucional deben adecuarse y expresar las organizaciones y autoridades de las comunidades y regiones donde operan.

La importancia de los derechos de la ciudadanía en un Estado plurinacional están en proporción a la capacidad de los pueblos y naciones de ejercerlos, por ello, de transversalizar los principios de pluralismo en toda la estructural estatal y formas de gobierno.

Justicia y sistemas judiciales:

La justicia desde una perspectiva de la igualdad y libertad de los derechos ciudadanos multiculturales exige un permanente trabajo de pluralismo jurídico, que es el reconocimiento de un nuevo derecho sobre la base de incluir las experiencias cotidianas de las múltiples manifestaciones normativas de los diversos pueblos y naciones indígenas, segmentos populares y los nuevos sujetos colectivos, que componen a la sociedad en movimiento contemporánea[25].

Es comprender que la justicia se ejerce, aplica y tiene poder, a partir de las diferentes jurisprudencias y de manera procedimental para cada caso especifico y singular; por lo tanto, no es una maquina automática y ciega que solo debe realizarse al pie de la letra sin entender ni contextualizar cada uno de los casos, sin necesidad de tribunales, abogados, procedimientos y acciones de defensa, que son trabajos interpretativos de las leyes y normas para aplicarse en cada caso. La fuerza de la ley es finalmente la capacidad de ejercer la justicia para recomponer y resarcir un daño o infracción ocasionado a un tercero, sujeto individual o colectivo, o instancia institucional o patrimonio tangible o intangible. La justicia es la capacidad de replantear y reordenar las formas del derecho y su aplicabilidad y ejercicio en la vida social y comunitaria.

Economía y productividad:

La importancia de la base material de la producción y el trabajo para definir las características de una sociedad es indudable, aunque la complejidad de sociedades con diversas matrices culturales y civilizatorias exige una definición, o al menos, una problematización en sintonía con su complejidad y diversidad. El reconocimiento de la existencia de diferentes modelos económicos en la sociedad boliviana: empresarial privada, asociativo y cooperativista, unidades familiares y comunitario, y estatal, exige un tratamiento y planificación de manera común y plural.[26]

Por ello, la urgencia y cuidado para establecer condiciones equitativas y simétricas en su desempeño y productividad, y así mismo, velar y resguardar las formas de complementariedad y reciprocidad de economías que no se miden y calculan en términos de ganancia y lucro. Como también la definición del interés común o publico que está por encima o más allá de la mercantilización o privatización de los servicios y bienes.[27]


[1] Raúl Prada. Subversiones indígenas. La Paz, CLACSO / Muela del Diablo / Comuna, 2008. También:

[2] Ana Esther Ceceña. Derivas del mundo en el que caben todos los mundos. México, CLACSO/ Siglo XXI, 2008. Un intento por profundizar los aportes de movimiento zapatista en términos globales y geopolíticos.

[3] Los aportes más recientes para un pensamiento geopolítico son: Emir Sader. A nova toupeira. Os caminhos da esquerda Latino-americana. São Paulo, Boitempo, 2009 y Boaventura de Sousa Santos. Conocer desde el Sur. Para una cultura política emancipatoria. La Paz, CLACSO / CIDES – UMSA / Plural Editores, 2008.

[4] “El otro, ¿soy yo?”, en: Memorias. Los pueblos indígenas de Colombia, un reto hacia el nuevo milenio. Bogotá, ONIC / Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, 1998.

[5] Ver: Jorge Viaña. La interculturalidad como herramienta de emancipación. Hacia una redefinición de la interculturalidad y de sus usos estatales. La Paz, III – Convenio Andrés Bello, 2009.

[6] El modelo educativo de Warisata Escuela- Ayllu (1931 -1940) es un referente importante para los proyectos comunitarios por la integración y articulación de los principios de reciprocidad, complementariedad, armonía y solidaridad.

[7] La recopilación de artículos y ponencias previas a la elección de Evo Morales y la convocatoria a la Asamblea Constituyente, quizás es la publicación más amplia y diversa sobre la importancia y necesidad de la demanda de una Asamblea: Asamblea Constituyente otra Bolivia es posible. Articulo Primero. Revista de debate social y jurídico. Año IX – N 17 – Marzo 2005. CEJIS, Santa Cruz, o también:

[8] Raúl Prada. “Análisis de la nueva Constitución Política del Estado”, en: Crítica y emancipación. Revista latinoamericana de ciencias sociales. Año I- No1- junio 2008. Pags. 35 – 50. También:

[9] Ver: Raúl Prada. Horizontes de la Asamblea Constituyente. La Paz, Ediciones Yachaywasi, 2006.

[10] Propuesta para la nueva Constitución Política del Estado. “Por un Estado plurinacional y la autodeterminación de los pueblos y naciones indígenas, originarias y campesinas”. Asamblea Nacional de Organizaciones Indígenas, Originarias, Campesinas y de Colonizadores de Bolivia. Sucre, 5 de agosto de 2006. También en:

[11] Movimiento al Socialismo – Instrumento Político de la Soberanía de los Pueblos. Se fundó en 1995 el Instrumento y en 1999 tomo la sigla del MAS –que tenia registro legal- para participar como partido en las elecciones municipales. Refundar Bolivia para Vivir Bien. Propuesta para la Asamblea Constituyente. MAS – IPSP. La Paz, mayo de 2006. o también:

[12] Asamblea y proceso constituyente. Análisis de propuestas para un nuevo tiempo. La Paz, REPAC, 2007, o también:

[13] Análisis y Sistematización de los Informes por mayoría y minoría de la Asamblea Constituyente. La Paz, PNUD / REPAC, 2007, o también:

[14] Silvia Chávez Reyes, Carlos Bohrt Irahola y Andrés Torrez Villa Gómez. Puentes para un diálogo democrático. Proyectos de Constitucióny Estatutos: compatibilidades y diferencias. La Paz, FES-ILDIS / fBDM, 2008. Y, posteriormente: Carlos Bohrt, Carlos Alarcón y Carlos Romero. Hacia una Constitución democrática, viable y plural. Tres miradas. La Paz, FES-ILDIS / fBDM, 2008.

[15] El voto por la continuidad del Presidente y Vicepresidente fue de 67,41%. Ver:

[16] Carlos Romero, Carlos Borth y Raúl Peñaranda. Del conflicto al diálogo. Memorias del acuerdo constitucional. La Paz, FES-ILDIS / fBDM, 2009.

[17] Imperio, multitud y sociedad abigarrada. Conferencias con Toni Negri. La Paz, CLACSO / Muela del Diablo / Comuna, 2008. También:

[18] Pensar el Estado y la sociedad: desafíos actuales. Conferencias con Boaventura de Sousa Santos. La Paz, CLACSO / Muela del Diablo / Comuna, 2008. También: www.biblioteca.clacso.edu.ar y, más recientemente: ¿Por qué Cuba se ha vuelto un problema difícil para la izquierda?. [2009, mimeo]

[19] Felix Patzi. “Aclaración sobre el sistema comunitario” en Periódico La Razón, 9/02/2009. La Paz, Bolivia

[20] Luis Tapia. Pensar geopolíticamente la democracia. La Paz, CLACSO / Muela del Diablo / Comuna, [en prensa].

[21] Catherine Walsh. Interculturalidad, Estado, sociedad. Luchas (de)coloniales de nuestra época. Quito, Universidad Andina Simón Bolívar, 2009.

[22] Ministerio de Planificación y Desarrollo de la República de Bolivia. Plan Nacional de Desarrollo. “Bolivia Signa, Soberana, Productiva y Democrática para Vivir Bien”. Lineamientos Estratégicos 2006 -2011. La Paz, 2006, o también: Documento que desarrolla los planteamientos sobre el vivir bien, es interesante ensayar una lectura paralela y en diálogo con la nueva Constitución.

[23] Farit Rojas Tudela. Derechos humanos y Asamblea Constituyente. Tomar el cielo por asalto. La Paz, Defensor del Pueblo, 2007 (2da edición). También:

[24] Bolivia es el primer país del mundo en aprobar y constitucionalizar la declaración. Ver:

[25] Albert Noguera Fernández. Constitución, plurinacionalidad y pluralismo jurídico en Bolivia. La Paz, Enlace S.R.L., 2008.Trabajo de desconstrucción del derecho clásico y análisis de los aportes del pluralismo jurídico, que forma parte de la capacidad emancipatoria de las sociedades y los caminos de la descolonización de las formas de dominación y discriminación para construir una nueva legalidad e institucionalidad.

[26] Alvaro García Linera. “Un Nuevo Modelo Económico Nacional Productivo”, en: Revista de Análisis. Reflexiones sobre la coyuntura. No 2. La Paz, Vicepresidencia de la República / Presidencia del H. Congreso Nacional, 2008. También:

[27] Teresa Morales Olivera, Alfredo Serrano y Alberto Montero. Organización económica del Estado en la nueva Constitución Política del Estado. La Paz, Enlace

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